La seguridad y la salud garantizada por normas y certificaciones.

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Si hay un producto que destacar como del que más se habla, se demanda y se discute sobre él hoy; este serían las mascarillas. Un producto del que hace unos meses solo quienes tienen que garantizar un ambiente lo más aséptico posible (producto sanitario) o quienes tienen que desenvolverse en ambientes contaminados por razón de su trabajo (equipos de protección o EPI), hacían uso de él.

Bajo la denominación de mascarillas nos encontramos una multitud de productos, para usos muy dispares. Mascarillas higiénicas, quirúrgicas, autofiltrantes contra partículas, con filtro contra gases y vapores; una variedad que se multiplica con las diferentes clases o niveles de protección y filtrado dentro de cada categoría.

Las normas una herramienta imprescindible para tu seguridad y salud

Cuando nos encontramos en una situación en la que se hace necesario un uso más generalizado de este tipo de protección, aparecen las dudas y preguntas, y muy frecuentemente los errores. Cuál se ha de usar, de qué me protege cada una; en la caja pone mascarilla, ¿es la adecuada para mí? Muchas preguntas a las que intentamos responder buscando información, o haciendo caso de fuentes no del todo fiables (en la mayoría de los casos por desconocimiento de la fuente).

Sin embargo, mucho antes de que se generalizase el uso de las mascarillas, y se disparase la demanda de este producto, ya existían normas o estándares y especificaciones técnicas que de forma clara describen y caracterizan los diferentes tipos de mascarillas, según su uso y niveles de protección. Estas normas y especificaciones son la única forma de categorizar y definir con claridad qué producto es, para qué sirve, y qué requisitos ha de cumplir para garantizar su correcto desempeño según sus especificaciones y las necesidades del usuario. Además, las normas son fundamentales para la regulación por parte de las autoridades de su fabricación, comercialización y uso.

La biomasa, múltiples productos con características muy diferentes

Con la biomasa o los biocombustibles sólidos, también ocurre que, bajo una misma denominación, aparecen múltiples productos. De origen diverso; agrícola o forestal, formatos; cortada, triturada o comprimida. Hueso de aceituna, cascara de fruto, leña, astilla o pélet de madera, son algunas de las categorías de biomasas más habituales que el consumidor puede encontrar en el mercado. Y dentro de cada una, según la especie y origen de la materia prima utilizada o los procesos bajo los que se ha fabricado; las características y cualidades del producto varían, ofreciendo diferencias sustanciales en cuanto a sus prestaciones y su adecuación a los diferentes equipos y necesidades de los usuarios.

El uso habitual de términos y denominaciones generalistas como “sostenible”, “natural”, “gran poder calorífico”, “de calidad”, “premium”, “ecológico”, etc. que llaman la atención pero que por ellos solos no ofrecen información útil al consumidor; dificultan aún más al comprador el identificar el biocombustible adecuado.

Al igual que ocurre con las mascarillas, para los biocombustibles sólidos, se han desarrollado una serie de normas. La familia de normas UNE EN ISO 17225, la norma UNE-164003 y la norma UNE 164004, clasifican y caracterizan de forma clara las principales biomasas. Estas normas permiten poner orden en el cajón desastre de las biomasas. Permitiendo a los fabricantes de estufas y calderas, el diseño y fabricación en base a unas determinadas características definidas de los diferentes tipos de biocombustibles. El funcionamiento correcto de los equipos, la seguridad y la limitación de emisiones; se alcanzarán solo bajo la combinación de un equipo de calidad y un biocombustible que reúnan las características bajo las cuales se ha diseñado dicho equipo.

Con la biomasa o biocombustibles solidos se piensa a veces que, si arde es suficiente y ya cumple con su cometido. De la misma forma que se puede pensar que una mascarilla con que tape boca y nariz cumple su función y provea al usuario de una falsa sensación de seguridad. Nada más lejos de la realidad.

En función de la estufa o caldera y las necesidades de los usuarios o situación, se requerirá un determinado biocombustible con unas determinadas características (poder calorífico, cenizas, composición, etc.). Aunque existen equipos policombustibles preparados para utilizar dos o más tipos de biocombustibles, esto lo consiguen a costa de la eficiencia del equipo. El uso de un biocombustible inadecuado causará problemas en el equipo, inutilizándolo y generando riesgos para la salud de usuario y un aumento de emisiones que perjudiquen a todos.

Pero no solo es necesario hacer uso del tipo de biocombustibles apropiado al equipo; leña, astilla o pélet de madera; es imprescindible que este cumpla con las características y requisitos de calidad que marcan las normas, y bajo los cuales se diseñó el equipo. Solo en este caso se garantiza la seguridad, la salud y el ahorro de biocombustibles, a la vez que se cubren las necesidades térmicas.

La propia legislación, para asegurar el cumplimiento de los límites de emisiones, exige que los biocombustibles comercializados para uso no industrializados se identifiquen según su calidad y características atendiendo a las normas antes mencionadas (Real Decreto 818/2018). Por desgracia esto no siempre es así, y tal como sucede con las mascarillas, en el mercado se pueden encontrar biocombustibles solidos sin identificar correctamente; encontrándose el usuario o consumidor sin forma adecuada de identificar si el producto cumple con sus necesidades.

Las certificaciones de calidad, una garantía para el consumidor

Si algo se ha aprendido de la situación sanitaria actual, es que el uso o marcado de normas o especificaciones a veces no asegura el cumplimento de estas por parte del producto. Estos días ha sido habitual encontrarse noticias sobre mascarillas que se identificaban bajo normas que realmente no cumplían, con el riesgo que esto supone.

Los requisitos de las normas requieren del productor la utilización de materias primas adecuadas, en determinado nivel de humedad, y en los biocombustibles más elaborados procesos, que se han de llevar a cabo con garantías para asegurar la calidad del producto final.

La variabilidad de la materia prima, el aumento de la demanda y las necesidades de aumentar la produccion, la reducción de costes, etc. Son factores que pueden llevar al productor a descuidar la calidad del producto y alejarse de las características definidas en la norma.

En las biomasas el cumplimiento de estos requisitos no está lo suficientemente regulado por las autoridades, y aunque como se ha visto existe legislación al respecto, no hay un especial seguimiento de su cumplimiento por las autoridades.

En los biocombustibles solidos se han desarrollado soluciones para garantizar el correcto cumplimiento de las especificaciones que marca las normas, y existiendo diferentes esquemas de certificación que auditan de forma externa al fabricante para garantizar que realmente cumple las especificaciones que marca la norma o incluso algunos más restrictivos. En el caso de los pélet de madera, nos encontramos con los sellos DIN Plus y EN Plus, que garantizan la calidad del pélet de madera. En España cada vez son más los fabricantes que se garantizan su calidad bajo alguno de estos dos esquemas, suponiendo ya el 88% de la produccion nacional.

Mediante estas certificaciones se intenta evitar el enorme problema que puede suponer  adquirir un producto que no cumple con los requisitos y garantías para asegurar el correcto funcionamiento de los equipos y la seguridad y salud de los usuarios.

 

 

Fernando Hernández Cuadra

Secretario técnico de Apropellets y consultor energético

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